20170717

Atraco a mano desarmada

30.5.16
Mi personaje de hoy ha atracado un banco esta mañana. Es de corta estatura para ser un tío, piel bronceada, de apariencia seria, se rapa para ocultar la dichosa alopecia, supongo, y viste zapatos pese a usar vaqueros piratas, algo que mi sensibilidad siempre ha encontrado chocante. Habla sin levantar la voz, como si no se alterase, como si las consecuencias de decir "dame todo el dinero" le importasen un bledo. Oculta sus ojos tras unas gafas de sol, así que no puedo hablaros de su mirada, pero a juzgar por su olor me atrevo a aventurar que es extraviada, no sé si por alguna enfermedad mental o si por que se le ha ido de las manos el consumo de alguna sustancia innombrable. Hay algo en él que me hace pensar que su fondo no es malo: escucha, sopesa lo que se le dice, no recurre a la violencia y coquetea con la intimidación sin demasiado éxito. Esta mañana le ha podido su orgullo de macho o su orgullo de atracador o los dos, y ha preferido no quedarse en tentativa y embarcarse en el delito, aunque de manera testimonial. Me es imposible no preguntarme qué lleva a un hombre joven a dar el paso de entrar a robar un banco y terminar saliendo de ese banco con un puñado de monedas. Me pregunto qué cadena de acontecimientos y decisiones, propias y ajenas, hacen que este chico haya cruzado esta mañana la línea que separa una vida difícil de otra con muchos más problemas. Quizá cruzó esa línea hace ya mucho tiempo. Quizá es solo un loco. O quizá está mucho más cuerdo que tantos otros personajes con los que me cruzo a diario, sobre los que podría estar escribiendo ahora mismo pero no lo hago. Porque hoy no ha sido con ellos. Ha sido con él.

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