Hoy anuncia el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Carlos Ocaña, que se va a reformar el impuesto de circulación, de modo que el pago del mismo vaya directamente relacionado con la emisión de CO2 del vehículo grabado.
El hecho no es nuevo, ya se supone que se paga en función de la cantidad de dióxido de carbono producido, pero se ve que van a volver a echar cuentas, aunque ¡tranquilos! porque "no se trata de subir impuestos; se pretende ajustar lo que cada uno paga en función de lo que contamina".
Vamos, que el impuesto de circulación va a subir, pensar lo contrario y más decirlo es un acto de ingenuidad. Pero oye, si es verdad que será al que más contamine, pues ni tan mal. Algunos piensan que contaminan "por obligación": el bienquerido y necesario transporte público no les cubre sus necesidades concretas, y su actual coche, que pasa la ITV pese al humarraco renegrío que le sale por detrás, les tiene que durar por lo menos otro tanto porque no hay pasta para uno nuevo, mucho menos un híbrido "desos".
Que sí, que hablar es muy fácil. Y actuar no es tan difícil.
A ver qué pasa en diciembre en ese Copenhague, con ese recién nombrado Nobel de la Paz y esos acuerdos sobre cambio climático pendientes de firma.
Yo, mientras y por si acaso, me he comprado una bici. Ahora también pedaleo.
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